Queridos parroquianos:

La misericordia siempre ha tenido una capacidad para escandalizar porque lo de perdonar siempre, hasta setenta veces siete, ¿a ver como se entiende?  En verdad una mala concepción del perdón llevaría a pensar que no es bueno, ni justo, ni conveniente. Así nos advierte el Papa en el capítulo VII de la Exhortación Fratelli Tutti del peligro de desnaturalizaciones de la misericordia.  

Si ser perdonar significa olvidar, quitarle importancia y juzgar que todo siga como antes, entonces no siempre es bueno ser misericordioso. Algunas veces decimos “perdona y olvida” pero sin memoria estamos avocados a repetirlo, además olvidar es dañino para las víctimas. Otra cosa es que la misericordia recuerda las cosas sin rencor, ni odio, ni ira, ni afán de venganza. Unas veces comentamos “no ha sido nada” y le quitamos hierro al asunto o lo evadimos pero esto no quita que en orden a su gravedad habrá que reparar, al menos simbólicamente, el daño social. Otras veces pedimos que haya paz o tranquilidad sin embargo aunque se perdone de corazón se ha roto la confianza y las cosas ya deberán ser diferentes y habrá que poner medidas prudentes para evitar vuelva a suceder lo que no tuvo que pasar. 

Además con una mala concepción del perdón fomentaremos un pensamiento contrario a la misericordia. Así unos, desde una lógica dialéctica, pueden pensar que el perdón evita el conflicto, no lo afronta ni intenta superarlo, y por ello es perjudicial para el progreso. Otros pensarán que perdonar es una mala estrategia pues concede, de balde, al adversario espacio, posición y poder. Para otros perdonar es de débiles que no quieren enfrentarse a las injusticias ni exigir cambiar la situación. No obstante la misericordia y la justicia se besan. Es verdad, no puede estar la una sin la otra. Sin misericordia no se puede romper la dinámica de la violencia, de la venganza, que engendra más violencia. Sin justicia la misericordia es una farsa. Más aún la misericordia es la justicia suprema.  

Podemos disertar mucho sobre cómo debe ser la misericordia, sería muy largo, pero hay algo sintético e ilustrativo que son las cinco cosas que se piden, desde la primera comunión, para hacer una buena confesión. A saber:

  1. Examen de conciencia. Esto es reconocer lo que está mal. Sin el realismo de la verdad nada se avanza en la reconciliación.
  2. Dolor de los pecados. Si no hay arrepentimiento sería un fraude la petición de perdón. Pero para que el dolor sea por amor y no por orgullo es necesario seguir con las siguientes disposiciones.
  3. Decir los pecados al confesor. Para que el dolor no se vuelva remordimiento hay que abrirse hay que confesarlo. Además es tan fácil engañarse y manipular nuestra propia conciencia cuando todo es secreto e íntimo. Confesarlo a otro nos da certeza y seguridad. Dios perdona a quien se confiesa pecador.
  4. Propósito de la enmienda. Sin esto sería ridículo la reconciliación. Aquí vemos como nuestra debilidad pesa, al menos vamos a intentarlo y ponemos medios para ello.
  5. Cumplir la penitencia. Siempre hay algo que reparar, que sanar, que purificar. Es verdad, solo Dios puede reparar todo el mal cometido pero al menos de modo significativo lo que uno pueda.   

Sabemos que Dios Padre siempre está dispuesto a perdonar. Incluso Jesús que perdonaba escandalizó a los fariseos que eran “buenos” pero no tenían misericordia. Sabemos que todo pecado puede ser perdonado menos uno, a saber, el pecado contra el Espíritu Santo. Este no es un pecado concreto sino más bien una actitud de rechazo de la misericordia divina a través de rechazar las disposiciones que ha de tener el penitente.

Hablamos mucho de perdón, indultos, purificación de la memoria, reconciliación etc. esto es bueno porque sin la misericordia no construiremos la paz, sin embargo es sabio pensar lo que siempre se ha pedido para la reconciliación ya que de lo contrario haremos una pantomima y sobre una farsa no se construye nada bueno.

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