En las Delicias a 20 de febrero de 2021

Queridos parroquianos:

No ha habido carnaval pero ahora tenemos cuaresma con mascarilla.  Sin embargo muchos tenemos la tentación de quitarnos las mascarillas. ¡Cómo ya viene la vacuna! Por favor, no caigamos en esta tentación. Si en las celebraciones guardamos las distancias,  llevamos bien puesta  la mascarilla y ventilado el templo, nuestro contacto en la iglesia no será nunca de riesgo. Cuídese y cuide a los demás. A esta bendita mascarilla vamos a sacarle provecho para esta cuaresma.

La mascarilla nos tapa la boca símbolo del ayuno. Podemos decir inspirándonos en nuestro Señor que no sólo del consumo vive el hombre. Al contrario, ante tanta oferta, una búsqueda de sensaciones y emociones fuertes nos lleva a un camino de desenfreno en todo, incluso en la protesta. Sólo el que domina su cuerpo, domina su lengua y su ira.  Nosotros, además del aspecto educativo del ayuno necesario en una sociedad del bienestar, sabemos que un estilo de vida materialista es lo peor que hay para aceptar la luz de la fe.  Por ello vivimos el ayuno como una práctica para quitar lo que entorpece recibir la fe. ¡Hay tantas cosas de las que ayunar! Cada vez que nos pongamos la mascarilla en esta cuaresma pensemos en qué podemos o debemos ayunar. Que nos ayudará a ser gratos a Dios y a los demás.

Ponernos la mascarilla nos invita al silencio. Tenemos que ayunar de tantos ruidos, sonidos, palabras, imágenes, información, datos, etc. para poder tener silencio y conocernos y meditar  y saber escuchar. Nos demos cuenta que la mucha información no hace por sí que seamos más sabios, ni más prudentes, ni más sensatos, ni tengamos criterio ni tampoco sentido común. Para esto hace falta un plus que va más allá de la mera información. La mascarilla nos invita al silencio puerta de la oración. Otra práctica de la cuaresma sin la cual nunca seremos nosotros mismos delante del Señor. A la oración se le da un gran fruto, este es la perseverancia en la fe. Señor enséñanos a orar con fe y aumentar así nuestra esperanza. Esperemos escuchar más que hablar.

La mascarilla nos oculta el rostro. Por una parte nos damos cuenta de lo expresivos que son los ojos pero por otra nos perdemos la sonrisa y, en definitiva, no nos reconocemos con facilidad. Ayunar de uno mismo es el ayuno más difícil pues nos depura el orgullo, el egoísmo, el yo, yo y yo. Solo hay una manera de hacer bien este ayuno y es amando. Por ello la limosna, práctica cuaresmal, nos invita a la solidaridad, a preocuparnos por los demás, a compartir, a amar. Vencerse a uno mismo para darse, para entregarse, para culminar estar como un señor por encima de las cosas valorando la dignidad de la persona, lo único amable en sí.

Cada vez que nos pongamos la mascarilla nos sirva para caminar en la presencia del Señor, hagamos una oración, comprométanos a vivir la cuaresma y hagámoslo con espíritu alegre. Cuaresma con mascarilla prepárenos a las fiestas pascuales.

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