Nada es imposible para Dios

En la tradición judía, la riqueza era vista como una bendición de Dios y la persona rica como especialmente bendecida por Dios. Junto con la idea de la bendición y el favor divino venía una obligación divina (a menudo ignorada): el cuidado de los pobres de Dios.

A medida que se desarrolla la conversación entre el hombre rico y Jesús, vemos que es un hombre bueno y recto. Los mandamientos que Jesús enuncia son aquellos que tienen que ver con el trato que uno da a los demás. El hombre rico dice que siempre los ha cumplido.

El amor y el afecto de Jesús por el hombre reconocen sus genuinos esfuerzos por vivir de acuerdo con los mandamientos. Este amor da paso a la llamada al discipulado: «Solo una cosa te falta. Ve, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres, y así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Jesús quiere que este hombre sea su seguidor. Le invita a pasar de un modo de vida centrado en la Torá (la ley judía) a un modo de vida totalmente centrado en Jesús.

Cuando el hombre se acerca por primera vez a Jesús, le pregunta qué más tiene que hacer para heredar la vida eterna sin dejar de mantener la dirección actual de su vida. A lo que Jesús le invita es a la transformación total de su vida, a ir en una nueva dirección. Jesús le está invitando a un cumplimiento aún más radical de sus obligaciones con el prójimo, vendiendo todo lo que tiene, dando las ganancias a los pobres y convirtiéndose en seguidor de Jesús.
Lamentablemente, el hombre rico no puede dar este paso. Está atrapado y controlado por sus posesiones y no puede dejarlas para entrar en una compañía alegre y vivificante con Jesús.

Cuando Jesús habla de lo difícil que es para un rico entrar en el reino de Dios, los discípulos se quedan asombrados. Ellos también piensan que la riqueza y las posesiones son un signo del favor y la bendición de Dios. Jesús insiste en que ‘más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico entrar en el Reino de Dios’. Los discípulos están aún más sorprendidos y concluyen que si los ricos no pueden entrar en el reino, ¿qué esperanza tenemos los demás?

La respuesta de Jesús a los discípulos nos dice claramente que si confiamos en los recursos y medios humanos es imposible encontrar la salvación. Pero si confiamos en Dios, entonces podemos ser salvados: el Dios bueno y bondadoso que da el Reino como un don puro e inmerecido.

A veces, las mismas cosas que amamos, en las que encontramos nuestra seguridad y en las que depositamos nuestra confianza, pueden convertirse en nuestra ruina y en un obstáculo en nuestro camino hacia el Reino.
La respuesta de Jesús acerca de Dios, que puede hacer lo imposible, es también una garantía de que Dios está dispuesto a caminar con nosotros, a ayudarnos a encontrar el camino para que nuestros corazones dejen de depender de nosotros mismos y de los bienes humanos y pasen a confiar en el amor y la compañía de Dios.

Somos conscientes que Cristo no sólo se hace presente en el Santísimo Sacramento, sino que también en las Escrituras y en nuestros corazones. Incluso cuando estamos solos seguimos siendo miembros del Cuerpo de Cristo.

Se recomienda que en el lugar que escojáis para esta oración se coloque una vela encendida, un crucifijo y una Biblia. Estos símbolos ayudan a mantenernos conscientes de lo sagrado que es el tiempo de oración y a sentirnos unidos con las otras comunidades locales que están orando.

La celebración está organizada para que sea presidida por uno de los miembros de la familia y los otros miembros participen en ella. Sin embargo, la parte del presidente de la celebración puede ser compartida por todos los presentes.

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