Queridos parroquianos

Por fin, desde ayer ya podemos cantar en nuestros templos de Aragón. Como ya pasaron atrás, hasta siglos atrás, la época del rey sacristán ha sido curiosa esta norma que hemos tenido en nuestra comunidad autónoma,  y no en otras, la prohibición de cantar en la acción  litúrgica. Sin embargo en otras actividades culturales no se ha dicho nada o simplemente se ha permitido. En fin menos mal que no les ha dado por prohibir otras cosas, se les podía haber ocurrido hacer las misas mudas hablando el cura por lo bajito y el resto al responder también, regulando así los decibelios del interior. Veis esta intromisión podía haber sido peor y no ha sido para tanto. Ahora a cantar pero eso sí con mascarilla y distancia y ventilación. Que las cosas se hacen bien y la gente se porta en una iglesia mejor que en muchos otros lugares. Más bien no hay comparación. Efectivamente con las normas que han dado los obispados podemos decir que se ha conseguido eficazmente que los templos sean lugares seguros y siguen siéndolo.

Esperamos que la pandemia pase pronto y por ello rezamos todos los días pero también esperamos que aprendamos muchas cosas de esta situación. Qué pena nos ha dado no cantar en las eucaristías, algunos incluso se han rebotado o rebelado un poquito pero solo han manifestado su queja. Es que es verdad la música en lata está muy bien pero es una lata. Lo vivo es lo alegre. Un corazón alegre canta y en una celebración esto es de gran importancia. Por ello propongo pongamos la norma prohibido no cantar. De todos modos vamos a permitir para todos aquellos que fue un alivio no poder cantar, ya que la oreja la tienen de decoración, puedan cantar silenciosamente sin que se les oiga, en el interior de su corazón. El resto no están dispensados de la prohibición de no cantar.

Quien canta reza dos veces, como dice San Agustín, y ojala vaya entrando el baile también. La actitud corporal es algo también muy importante en la celebración. Cuando veo a los participantes en las eucaristías confieso que muchas veces parecen asistentes y no celebrantes, espectadores, a veces atentos y curiosos, pero no actores con su corporeidad y sus gestos de una acción de gracias, de culto, de ofrenda, de adoración, de….

Veis muchas cosas hemos de cambiar y aprovechar lo que podemos aprender de la pandemia para ir a una nueva normalidad que sea más normal que la anterior. Que con normalidad haya grupos de liturgia, de lectores que leen sin problemas de gafas y sin pensar que solo lo pueden hacer ellos, de acólitos que prestan un servicio sencillo sin más protagonismo, y se note en la liturgia la Iglesia ministerial como manifestación de su vida comunitaria en donde hay servicios y diaconía. 

En fin hermanos me decía uno que si sabías cantar cumpleaños feliz podías cantar cualquier cosa. Si bien puede ser cierto que cada uno regule el volumen de su canto para no romper el recogimiento debido en el interior del alma y del templo.

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